Érase una vez una anciana buena que vivía en una
casita. Tenía en su jardín un manto de hermosos tulipanes rayados.
Una noche se despertó por el sonido dulce de un canto
y las risas de bebés. Miró por la ventana. El sonido parecía venir del manto de
tulipanes, pero no pudo ver nada.
A la mañana siguiente, caminó entre sus flores, pero
no había señales de que alguien hubiese estado allí la noche anterior.
La noche siguiente se despertó de nuevo por el dulce
canto y la risa de bebés. Se levantó y camino suavemente por su jardín. La luna
brillaba con fuerza sobre el manto de tulipanes, y las flores se balanceaban
adelante y atrás. La anciana miró de cerca y vio que de pie, junto a cada
tulipán, una Hadita mamá cantaba y mecía la flor como una cuna, mientras que en
cada taza del tulipán había un hadita bebé riendo y jugando.
La anciana buena volvió tranquilamente a su casa, y
desde entonces nunca cortó un tulipán, ni permitió a sus vecinos que tocasen
las flores.
Los tulipanes crecieron cada día más brillantes en
color y más grandes en tamaño, y desprendían un perfume tan delicioso como el
de las rosas. Comenzaron también a florecer durante todo el año. Y todas las
noches las Haditas mamá acariciaban y acunaban a sus bebés en las copas de las
flores para ayudarles a dormir.
Llegó el día en que la buena anciana murió, y el
manto de tulipanes fue destruido por la gente que no sabía nada de las Hadas, y
plantaron perejil en vez de las flores. Pero el perejil marchitó, al igual que
todas las otras plantas en el jardín, y desde ese momento nada crecía allí.
Pero la tumba de la buena anciana creció hermosa,
pues las Hadas cantaban sobre ella y la mantenían verde, mientras que en la
tumba y a su alrededor nacieron tulipanes, narcisos y violetas y otras flores
hermosas de primavera.
Traducido del inglés al español por la Dra. María Clark para “Sanación
con los Ángeles, las Hadas y los Elementales”, página mágica en Facebook.